Sin duda, la principal tarea en la gestión pública es el desarrollo del país desde unos términos éticos y responsables, para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Así, podríamos decir que la clave en el éxito de la gestión, está en entender cuáles son las necesidades de los ciudadanos y en poner en marcha soluciones, de forma que las inquietudes y requerimientos de todos los colombianos queden satisfechos. Todo ello, en aras de diseñar la mejor Colombia para el futuro. Una Colombia justa, equitativa y competitiva. 

La pregunta es cuál es la mejor fórmula para poder abordar esta tarea. Bajo mi punto de vista, la mejor forma, y también la más eficiente es trabajar desde el diálogo, de cara a la ciudadanía, potenciando un Estado abierto donde la ciudadanía tenga una participación activa con propuestas y alternativas de mejora. 

Este modelo de trabajo de los funcionarios públicos, supone una cultura de gobernanza que promueva la transparencia, la integridad, la rendición de cuentas y la vinculación indispensable de la ciudadanía. El objetivo es precisamente fortalecer la democracia, tomar decisiones más consensuadas y hacerlo con perspectiva de crecimiento inclusivo, incluyente, sostenible, basado en unas instituciones sólidas.

Además, la apuesta por un Estado más abierto y participativo ayuda en dos sentidos. El primero es que disminuye la opacidad de cara a la ciudadanía, es decir, aumenta la transparencia, y por tanto, la “salud” de nuestras instituciones, y por otro, responde mejor a los requerimientos y expectativas de los ciudadanos, incrementando así la satisfacción y confianza en las instituciones. 

El trabajo de todos los días tiene que estar orientado a servir a la ciudadanía, dentro del cumplimiento estricto de las normas, y con la garantía de que cada labor que hacen los servidores públicos, está enfocada en el bien común, en el bienestar de todos.

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