En nuestro país, la política se ha hecho muchas veces a los codazos contra las mujeres, negándoles la voz y guardando silencio sobre sus logros, iniciativas y éxitos. Pero, sobre todo, desconociendo y desaprovechando su pensamiento transformador e ideas innovadoras en la construcción de un mejor país.

Necesitamos que no quede un solo techo de cristal, y muy especialmente aquellos donde se toman decisiones trascendentales como la distribución de recursos públicos, las cuales deben contar con un enfoque de género y con la participación de la mujer. Solo así se podrán corregir las desigualdades de acceso, a partir de la creación de oportunidades en un país donde la tasa de desempleo femenino es de 20,8 %, muy superior a la de hombres (12,1 %).

Se espera, entonces, que en la construcción del Presupuesto General de la Nación, y en general en la agenda legislativa de temas económicos, haya participación de las mujeres. Sin embargo, la realidad es pasmosamente otra. En las Comisiones Terceras y Cuartas del Congreso, donde se discute y aprueba la destinación de los recursos públicos, la participación de las mujeres es escasa, por no decir casi nula. En la Tercera de Hacienda y Crédito Público de la Cámara, por ejemplo, de 29 miembros, solo cinco son mujeres y en el Senado, de 17 parlamentarios que la integran, solo hay una mujer. En la Cuarta de Presupuesto en el Senado, solo hay dos mujeres de 15 miembros, y en Cámara participan ocho de 27.

Esto no solo ocurre con temas económicos. La representación de las mujeres en el Congreso, según un informe de ONU Mujeres (2019), es del 19,7 %, por debajo de la media de América Latina y el Caribe (29,7 %) y del promedio mundial (24,5 %). Es una lástima que tras 20 años de haber sido promulgada la ley de cuotas, no se cumpla con la representatividad mínima del 30 % de mujeres establecida por este mismo órgano.

Equidad quiere decir que todos tengamos las mismas oportunidades de acceso y de decisión, pero esto no es precisamente lo que ha ocurrido en nuestro país. Por eso mi dedicación para lograr que nuestras mujeres ocupen el lugar que se merecen. Celebro, entonces, que por primera vez mujeres timoneen la Procuraduría General de la Nación y la Vicepresidencia de la República, que se suman a otras instituciones que han logrado romper esos techos de cristal, como la Contraloría, la Fiscalía y las presidencias de las altas cortes. De la misma forma, cumpliendo con una promesa de campaña, nuestro gobierno ha logrado la paridad de género en los cargos de nivel decisorio en el Ejecutivo.

En esa línea, el Congreso atendió mi llamado, y el de millones de colombianas, al aprobar la tan anhelada paridad de género en las listas a Congreso, asambleas departamentales y concejos municipales. Este es un triunfo en equidad, en cierre de brechas y en el reconocimiento de la mujer por sus méritos. Estamos así derrotando los atisbos de machismo, de discriminación y de exclusión que aún persisten. ¡Queremos, a partir de hoy, una avalancha de mujeres pidiendo ser candidatas! Pero no podemos limitarnos a este logro. Necesitamos que los partidos las apoyen con financiación y las acompañen para ver llegar muchas más a legislar y especialmente a decidir, entre otros, sobre los temas económicos y presupuestales. Romper los techos de cristal en todos los escenarios debe ser una prioridad desde la política, el empleo, la administración pública y el sector privado. Ahora la tarea es empoderar a las mujeres para que tomen la decisión de participar y se hagan elegir. Las colombianas no somos relleno de listas, tenemos mucho que aportar y así lo estamos demostrando.

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